Las piezas fabricadas con impresión 3D que vayan a estar en contacto con alimentos, como cualquier otro objeto o material, debe procurar que sus propiedades no se transfieran en cantidades suficientes como para representar un peligro para la salud, ni modificar la composición de los alimentos de forma inaceptable o alterar sus características organolépticas. Por ello ya podemos encontrar a día de hoy una variedad de filamentos 3D con regulación para contacto con alimentos.
Uno de los estándares internacionales más comunes es el de la FDA (Food and Drug Administration) de Estados Unidos, aunque no es el único. La Unión Europea, por ejemplo, también posee sus propias medidas regulatorias en el mismo sentido, como las regulaciones 1935/2004 del 27 de octubre de 2004, la 2023/2006 del 22 de diciembre de 2006 y la 10/2011 del 14 de enero de 2011.
Para cumplir con estas regulaciones, un material tiene que tener la capacidad de resistir las condiciones del entorno en el que se utilizará, sin que se vean afectadas las propiedades de los alimentos con los que esté en contacto. Como ejemplo, en el caso de una típica cinta transportadora de plástico que transporte alimentos a través de un horno con altas temperaturas, debe ser capaz de no sufrir ningún cambio físico, así como de aguantar los sucesivos ciclos de limpieza y desinfección.
El fabricante de filamentos Kimya sabe de la importancia de la fabricación aditiva a la hora de mejorar los procesos de producción en plantas del sector alimentario. Por ello dispone de una variedad de filamentos en distintos materiales, que cumplen con regulaciones necesarias para ser empleadas con seguridad en estos entornos de trabajo:
- PETG-S (color natural): EU & FDA
- ABS-S : EU & FDA
- PC-S : EU & FDA
- PLA–HI : EU
- TPU-92A : EU & FDA (excepto en color negro)
La impresión 3D lleva años mostrándose como un aliado eficaz para el sector de alimentación y bebida, especialmente en plantas de envasado. Tener la posibilidad de contar con piezas de repuesto personalizadas en el mismo día, en lugar de tener que depender de proveedores externos con largos plazos de espera, supone la diferencia entre tener una cadena parada solo unas horas o semanas enteras, lo que se traduce de forma directa en mucho dinero para la empresa.
Eso es algo que saben muy bien en empresas como Heineken, cuya fábrica de Sevilla ha sido un ejemplo a nivel mundial en la implementación de la fabricación aditiva en sus procesos no solo para fabricar repuestos, sino otro tipo de piezas como elementos de seguridad, utillaje, herramientas para control de calidad…
Ahora con los filamentos con certificación alimentaria la industria puede dar un paso más, al poder fabricar componentes que pueden estar en contacto directo con los alimentos con plena seguridad, con propiedades mecánicas y químicas muy variadas, desde la flexibilidad del TPU a la dureza del policarbonato.